jueves, 11 de abril de 2019

Imagen de Apolar https://www.deviantart.com/apolar 


Estos vaivenes de la vida me han tenido ocupada en menesteres poco agradables, pero que hay que atender porque las circunstancias vienen como vienen y se van como peor te conviene. Es posible que esto haya influido en mi ánimo lector, ya que creo que en el balance veraniego los libros abandonados (voy a ser amable: algunos los he pospuesto) ganaron por goleada a los acabados.

Qué desidia más tonta, sí, cambiase al tema que cambiase, tanto en formato digital como en papel, no sentía el deseo de volver a retomar la lectura. Y eso de la obligación para esto no es bueno ¿a que no? Pues eso, ahí se iban quedando.  Dos de la plataforma de Unlimited, dos comprados en digital, dos sacados de la biblioteca y otros dos prestados.  Vaya, me acabo de dar cuenta de que ¡he abandonado libros a pares! 

Así que ni corta ni perezosa, rebusqué entre los libros amontonados en mi biblioteca, de esos que hay quedado relegados sin motivo aparente e inicié la lectura de un libro que compré hace nada menos que diez años. Y, sí, me entretuvo.  Me entretuvo mucho sin ser una gran maravilla literaria ni tener una historia terriblemente intrigante, aunque tenía su puntito de intriga y su temilla sobrenatural. 

Lo oí nombrar allá por el 2005, tras un viaje en coche en el que volvíamos oyendo una emisora en la que hablaban de libros a altas horas de la madrugada.  Dos o tres veces tomé nota de libros que recomendaban en ese programa. No sé si por el ambiente nocturno y por ese cariño que ponían en sus reseñas y opiniones aquellos amantes de los libros. 

El caso es que este libro, Satanael, me llamó mucho la atención por lo que antes  he comentado del misterio y tal, y, leyéndolo por primera vez en 2018, me ha resultado agradable, por recordarme mis inicios lectores, cuando las aventuras fantásticas enmarcadas en el mundo real eran mi pan de cada día.  Y siendo el primer libro que he conseguido acabar después de tanto tiempo, me hace pensar que aún me gusta este estilo.  

Ahora he rebuscado un poquito por ahí, encontrando que Juan Martorell tiene más historias misteriosas, que prometen tenerme enganchada al mundo irreal  mientras viajo por el inframundo. O como los demás mortales lo llaman, el metro. 




Otro de los libros que descubrí en ese programa fue La dama y el león, de Claudia Casanova. Temática completamente distinta, histórica. Pero me encantó igualmente.  Mi querida Aalis de Sainte-Noire, que me llevó por el siglo XII  a través de parajes franceses. Este sí que lo leí hace mucho más tiempo, pero guardo un precioso recuerdo, tanto del libro, como de aquellos viajes silenciosos, con los niños durmiendo y las tranquilas voces de aquellos desconocidos que me recomendaban historias a través de la noche.